8 de Marzo en 2025: un paso hacia adelante y dos pasos hacia la derecha

Por: Lourdes Montesdeoca

Aunque se asume que en el ámbito académico es bien conocido el origen de las luchas y la reivindicación de los derechos del 51% de la población, es decir, de las mujeres. Aún a día de hoy hay alguno o alguna que fungiendo de catedrático aún no se entera y sigue felicitando en una fecha de conmemoración. Despistes o falta de interés aparte, en lugar de un recorrido histórico sería más productivo mirar algunos datos de la coyuntura mundial en lo que va del cuarto de siglo recorrido.

Para nadie es un secreto que en todo el mundo existe una arremetida o retorno al poder de grupos de derecha e incluso grupos extremistas. Dichos colectivos -si cabe el término- se muestran abiertamente misóginos, racistas, xenófobos y un largo etc., posturas que hace menos de 10 años eran impensables que podían expresarse públicamente sin escarnio, menos se hubiese considerado que iban a terciar en elecciones y todavía en países “desarrollados”. Pero la realidad material rebasa cualquier distopía y pareciera que se ha vuelto a la Europa de hace un siglo, con el riesgo más que latente de una tercera guerra mundial. Por supuesto en este escenario el actor principal es el no tan nuevo huésped de la casa blanca, Mr. Trump. Él junto con su círculo de allegados que gobiernan tanto en su propio país como a nivel internacional, representan todo lo opuesto a las luchas reivindicativas de diferente índole, menos la de la lucha de clases.

Tomo los resultados de las elecciones en USA a finales de 2024, por sus polaridades. Si bien en el ámbito político el partido demócrata tenía casi nulas expectativas de ganar, su candidata, en términos simbólicos representaba justo lo opuesto de lo que Mr. Trump es, dice y representa. Para que este señor gane no bastaba con los votos de sus socios republicanos, capitalistas, billonarios, conservadores; era indispensable ganarse los votos de LOS trabajadores y lo resalto en masculino. Como se muestra en el siguiente gráfico, el apoyo mayoritario al partido republicano y específicamente a Trump viene de los grupos denominados supremacistas y con menores niveles educativos, entonces parece ser que la interseccionalidad sí importa. Ahí es donde la única bandera de la izquierda académica euro centrista es de decir, la lucha de clases, no cuadra o no cala.

Por otro lado, para lograr el apoyo necesario, además de las herramientas tradicionales como los medios de comunicación hegemónicos, se requerían de nuevas herramientas como las redes sociales. En lo teórico era ineludible aglutinar un discurso representativo y que desvíe la atención popular de los problemas reales. Dicho discurso lo llaman lucha cultural, anti woke[1], entre otros términos que al final significan lo mismo: culpar de la precariedad de la situación actual del penúltimo al último en la fila. Cambiando así el foco de atención sobre quienes realmente son la causa de los problemas estructurales.

Parte importante del discurso y accionar de la derecha está enfocado en el antifeminismo y tiene que ver con el rol que se supone las mujeres debemos cumplir en la sociedad. Para ello basta evidenciar lo que Mr. Trump dice y hace al respecto. Como ejemplos están:  1. el eliminar en USA las conmemoraciones de marzo como mes de la mujer, 2. revertir las leyes de despenalización del aborto en ciertos Estados y, 3. reducir los fondos estatales para programas sociales. Aunque el presidente de Estados Unidos no es el único, si es representativo de los tiempos actuales. Su estilo confrontativo y bélico en todos los ámbitos, da cuenta de lo que hace rato en los movimientos feministas se le denomina masculinidad tóxica.  Pero lo preocupante es que tiene efectos negativos no sólo en sí mismo, sino sobre toda la humanidad. No en vano uno de los lemas de las luchas feministas ha sido pan y rosas. Es decir, buscar los medios materiales de subsistencia para todos, pero precautelando la paz.

Sin embargo, no todo está perdido, volviendo un siglo atrás las mujeres en casi todo el mundo no votaban, no podían acceder a trabajos remunerados, sino sólo dedicarse a los cuidados, no podían aspirar a una carrera universitaria, no contaban con cuestiones básicas como una cuenta bancaria, heredar o manejar sus propios recursos, amén de divorciarse, expresarse en público o desempeñar cargos directivos. De ahí venimos y hacia allá no hay que volver. En ese sentido sí hemos avanzado, pero nos falta avanzar más hasta alcanzar condiciones de vida dignas para todos. Lo inverosímil es que el discurso de la manosfera[2] se sostiene en la falacia de que “el feminismo ha llegado demasiado lejos”, cuando en la práctica no estamos ni a la mitad del camino.

Finalmente, esta nota tampoco pretende bajar la moral ante el escenario catastrofista que vivimos. Más si es un llamado a la autocrítica de los grupos de izquierda. De enfocarnos más en las cosas que nos unen que en las diferencias. Para aplicar el materialismo dialéctico antes que rezarlo como dogma de fe. Para bajarnos de la nube academicista y hacer algo de pedagogía con y para la mayoría. Sino la derecha no sólo nos está ganando el relato[3].


[1] Esto es un guiño directo a los puristas del lenguaje.

[2] Manosfera según la RAE es un término que se usa para referirse a comunidades en línea que promueven la misoginia y la cultura del odio. Se forma a partir de la palabra inglesa man (hombre) y la palabra española esfera. Incluyen redpills, blackpills, incels, entre otros.

[3] Por cierto, aquello de que dato mata relato, dejó de tener vigencia en la era de la posverdad.

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